sábado, 20 de marzo de 2010

Siempre conmigo.



Hoy te he vuelto a echar de menos.

Han pasado más de tres años, tres años duros y pesados sin ti, en los que en cada momento he intentado alejar tu recuerdo de mi mente.

Ahora leo tus cartas y no puedo evitar preguntarme que dónde estarás, si estarás orgullosa de mi. Recuerdo las tardes en el sofá y cómo me mirabas si me ponía una falda. Recuerdo tu letra, tu pulso, tus ganas, tus cartas, tus consejos-esos que nunca cumplía-, tu mal genio, tu sonrisa cálida y única, recuerdo los vasos de leche que me hacías, recuerdo cuánto me gustaba ir a Murcia, recuerdo lo bonito que se veía la plaza desde el balcón. Recuerdo los atardeceres en los Urrutias, recuerdo que la arena se nos pegaba en los pies, recuerdo el cubo con agua en la puerta de entrada. Incluso la recuerdo a ella, con su vestido negro con lunares blancos sentada en el sillón mirando al mar.

Recuerdo lo último que te dije, y me lamento porque no hubiese sido más y más profundo. Recuerdo que nadie se lo esperaba. Recuerdo que fue de un día para otro. Recuerdo que no fui a verte. Lamento no haberlo hecho a tiempo. Recuerdo que soñé contigo muchas noches. Admito que aun hay días que lo sigo haciendo. Lamento no haberte repetido más y más veces cuánto te quería. Recuerdo tu rostro, pálido e inerte a través del cristal. Recuerdo que no quise mirarte más.

Recuerdo que una semana después cayó él. Recuerdo que me había prometido no dejarme nunca cuando tú te fuiste. Recuerdo cómo me pedía que le dejasen morir. Recuerdo cuánto le dolía. Recuerdo la primera vez que me atreví a besarle en la cabeza. Recuerdo huir de clase para estar con él. Recuerdo que aun enfermo seguía siendo un maniático empedernido. Recuerdo lo divertidas que le resultaban las peleas con mi padre y la risa por lo bajo que le salía cuando éste se daba la vuelta. Recuerdo los toros. Recuerdo el parque Almansa y que él era el héroe, el único que engrasaba los columpios el que nos compraba gusanitos para los patos. Recuerdo lo genial que fue cuando le dije que quería ser médico y él me dijo que prefería que fuese feliz.

Recuerdo sus batallitas, la guerra, la mili, y cuánto le gustaban esos ojos azules y profundos de la abuela.

Recuerdo que esperó a que regresara del viaje. Recuerdo esa mañana casi con más dolor que entonces, porque se van a cumplir tres años desde que no le tengo. Recuerdo cómo quería que se levantase de la cama. Recuerdo que tenía los ojos cerrados y la piel muy fría cuando le di el último beso, al menos a él sí pude dárselo.

Recuerdo cómo se alejó el ataúd, los dos ataúdes, cómo os llevaron lejos.

Hoy recuerdo que las dos únicas personas que dejaba que me llamasen Elenita no están.Pero creo que he olvidado su voz. Hoy me alegro de tener el valor a dejar que otras personas me llamen así.

Hoy me arrepiento de no creer en ninguna deidad. Me gustaría volveros a ver, volveros a abrazar. Me gustaría que hubiese un más allá. Pero estoy segura de que no va a ser así y que ni siquiera sabréis que he escrito esto, ni que lo hago llorando como hace mucho que no hago,ni os haréis una idea de cuánto he aprendido de vosotros y cuánto…cuantísimo os quiero.

Hoy he recordado un amor que llevaba mucho tiempo tratando de olvidar para que dejara de doler.

jueves, 11 de marzo de 2010

mi trocito de cielo

He de confesar de que ni tan siquiera me di cuenta cuándo llegó, de hecho, ni le di importancia. Lo que hace no demasiado hubiese sido un hecho relevante en mi vida se ha convertido en pura indiferencia. Quizás su pasotismo, tan extendido a todo lo “nuestro” haya terminado por despertar en mi una búsqueda de cualquier alternativa a prestar atención a su mera existencia. Sí es cierto que me importa, y me importa mucho, ¿pero qué más da? Los sentimientos, sean cuales sean, han de ser una cosa recíproca, si no lo son mueren o se contaminan de amargura.


Afortunadamente todo ese conjunto de sueños amargos ha sido sustituido por un montoncito de nubes blancas. Entre ellas hay dos ángeles que no solo me dan alas, sino que me acompañan durante mi vuelo. ¿Qué haría yo sin ellas? Evidentemente nada. Verlas sonreír me ilumina cada día. Y sin esa luz, que se hace cegadora dentro de este pozo que yo misma estoy cavando, me sería imposible averiguar cuál es el camino. Bendita luz que llama mi atención y no me deja darme cuenta de que quien debe estar no lo hace. Bendita luz que me distrae de todos esos posibles contratiempos que de otra manera atacarían fieramente a mis sentimientos. Bendita luz que no me abandona ni siquiera aquí, en lo más hondo del abismo.


A veces me gustaría poder ponerle un valor al agradecimiento. Me gustaría devolverles lo que sin saberlo hacen por mi y recompensarlas por confiar en lo que soy, o al menos en lo que quiero llegar a ser.


A veces me gustaría subir a lo más alto para agarrarme a un trocito de cielo, pero luego recuerdo que las tengo en mi vida y me doy cuenta de que no hace falta, su amistad supera todos los valores que el ser humano haya podido establecer.